Historias del Iberá: Un día con el Aguara Guazú

Caía la tarde y mientras tomaba los últimos mates del día en la Reserva Guazutí-Ñú escuché unos aullidos de Aguara Guazú y pensé “otra vez no me van a creer….”. Busqué la cámara para grabar el sonido pero para cuando pude apretar el botón de grabar solo se escuchaban los grillos. Un poco triste con el fallido intento cené a la luz de la luna, junté los restos de comida en una bolsa de residuos que dejé colgando de la ventana de la casilla y me acosté a dormir en la inmensa tranquilidad de ese lugar.

A media noche me despertaron unos ruidos. Pensando que alguien intentaba entrar, salté de la cama, agarré la linterna, alumbré la ventana y… no podía creer lo que estaba viendo, un Aguara Guazú! El bicho encandilado por la fuerte luz de la linterna no me vio y solo arrugo un poco la cara antes de arrancar la bolsa con restos de comida. Con la cámara al alcance de la mano disparé la primer foto pero el flash rebotó contra el vidrio. No! No lo podía creer! Otra vez no! Por suerte no se asustó y siguió comiendo al lado de la casilla. Fui hasta la otra ventana y ahora si pude fotografiarlo. Se quedo unos minutos olfateando los alrededores y luego se fue entre  el pastizal. Por fin tenía pruebas de que lo había visto. Me quede un largo rato mirando la foto mientras esperaba que me baje un poco la emoción para poder dormirme.

A la mañana siguiente, una vez que levantó el rocío, salí con el tractor a fotografiar los venados a la zona del campo donde el pasto estaba rebrotando después de las quemas controladas que se suelen hacer para atraer los venados a la Reserva. Mire con los binoculares contando un venado, dos venados… 15 venados, un Aguara Guazú. Caminando por el camino perimetral se lanzaba a los costados de las huellas para capturar su alimento. Increíble! Me acerque despacio para no asustarlo y tomé mas fotos mientras él muy tranquilo seguía en la suya. Se fue acercando hasta quedar a unos 7 metros del tractor y luego se metió en un pastizal alto que estaba a la derecha del camino. Lo seguí cuidadosamente hasta que se echó a dormir.

Una hora tras él y tenía en mis manos una tarjeta de memoria llena de fotos increíbles para mostrarle a cada uno de mis amigos con el relato de esta experiencia inolvidable. ¡Estaba feliz!
* Federico Pontón es asistente Veterinario del Programa de Recuperación de Fauna Amenazada de CLT.

FUENTE: Proyecto Iberá, Boletín de los Esteros Nº 14

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